domingo, 25 de octubre de 2009

Keane

El Festival de Sundance es un festival que creó hace ya casi treinta años Robert Redford y que se celebra cada año en una pequeña población al norte del país en Utah. se trata de un festival atípico porque el objetivo es recoger una muestra del denominado "cine independiente" (es decir, fuera de la maquinaria industrial de Hollywood y que es conocido como "indie") que se realiza en aquel país. Si bien con el paso de los años se ha venido acusando al festival de una cierta perdida de frescura en su selección (parece que ahora las películas buscan parecer "indies" más que serlo) es cierto que dicho festival ha sido el descubridor de talentos como Quentin Tarantino, los hermanos Coen o Christopher Nolan. Con el paso de los años se ha empezado a hablar de "películas Sundance", que son aquellas que suelen ser del gusto de la organización del festival.
Pues bien, Keane cumple al pie de la letra todas las características para ser considerada una película "al estilo Sundance". Se trata de una película fuertemente apoyada en un potente y original guión, esta hecha con cuatro duros y un grupo reducido de actores, su puesta en escena es arriesgada y por si fuera poco, esta producida por una vieja gloria Sundance (Steven Soderbergh).

En fin, vayamos por partes. Keane es una película que trata sobre como afecta a un padre la desaparición de su hija. Esta es una premisa que a priori podría producir un thriller policiaco rutinario pero esa dimensión no le interesa en absoluto a Kerrigan. A lo que asistimos es a un análisis psicológico de un personaje. Y este análisis se realiza apoyado casi exclusivamente en el titánico trabajo de Damian Lewis.


La camara se centra en él casi todo el tiempo. Básicamente utilizando solo primeros planos y una cámara muy móvil que le sigue desde la calle hasta el mismo retrete. Realmente, aguantar el tipo tan de cerca tiene mucho merito y Lewis compone un personaje convincente aunque tal vez excesivamente histriónico en algún momento.
Su composición de un padre al borde de la locura que esta obsesionado en buscar a su hija en todas partes es el alma de la película. Lo más interesante del asunto es que es que ese retrato es eso, un retrato y por lo tanto el director no se detiene a darnos detalles de más que son innecesarios para comprender el personaje. No sabemos cuando desapareció su hija (ayer o hace un año) ni como sucedió, ni si su estado perturbado viene de antes o se ha generado por esta situación extrema. Realmente, para entenderlo, para sufrir con él no es en absoluto necesario. Por ello, le acompañamos en su drama y somos testigos, a dos milimetros de su rostro de la enorme carga que pesa sobre él.
Si bien todo esto es ya de por si interesante, lo es aún más cuando aparece en escena la deliciosa Abigail Breslin.


Después de dejarnos boquiabiertos en "Pequeña Miss Sunshine" es una maravilla poder constatar que realmente esta niña es un talento. Seguramente, su dulzura y encanto no llegue a la edad adulta, pero habrá que intentar aprovecharla ahora.
La aparición de la niña es como un halo de esperanza al borde del abismo. Es un detonante que hace que por fin el personaje protagonista afronte los hechos. En ella se resume tanto su salvación como su condena. Y sus dudas y comportamiento con la niña resultan la parte más jugosa de la película. Afortunadamente, además el director ni pretende darnos lecciones ni explicarnos todo así que en ese sentido la película se desarrolla y culmina sin concesiones. Hacia la redención desde la locura. Simplemente, un trocito de verdad en la pantalla.

En resumen, una película distinta, apoyada en un trabajo estupendo de un actor estupendo que nos hace adentrarnos por unos minutos en la atormentada mente de un padre desquiciado. Y esto encima hecho con cuatro duros... puro Sundance.

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Keane (2.004)
Guión y Dirección: Lodge Kerrigan
Fotografía: John Foster
Montaje: Andrew Hafitz
Interpretes: Damian Lewis, Abigail Breslin, Amy Ryan, Christopher Evan Welch

domingo, 18 de octubre de 2009

La Soledad

Casi nunca ocurre, pero a veces pasa. Resulta que los premios Goya del año 2008, en un arranque de enajenación mental colectiva momentánea decidieron dar el premio a la mejor película precisamente a la mejor película española de ese año. Aunque eso ya en sí es una agradable sorpresa, tampoco es que sea algo imposible (Sin Perdón, El Padrino o El Apartamento ganaron el Oscar en su momento), lo que hace más destacarle el hecho es que la película que lo ganara fuera La Soledad, que se trata de un film pequeño, arriesgado, áspero y poco convencional y que a simple vista parece poco apto para este tipo de premios.
Este segundo film de Jaime Rosales se sale de la norma por varias razones. En primer lugar porque se trata de una película más de silencios que de palabras, algo que en el cine español (donde los personajes suelen hablar por los codos) no se estila. En segundo lugar, porque en Rosales se puede descubrir a un experimentador. No se limita a contar la historia sin más sino que busca un poco más allá, rebuscando en los recovecos de la narración. En su búsqueda constante de intentar explotar al 100% los recursos que ofrece la pantalla el gran hallazgo de la película es el denominado "poli-visión" que se trata de que en momentos de la película, y aprovechando al máximo las posibilidades del scope más ancho, la pantalla se divide en dos. De esta manera podemos ver dos planos simultáneamente.



Al margen de la aplicación obvia de poner en paralelo distintas acciones que ocurren en distintos lugares (que utiliza en muy contadas ocasiones), Rosales opta por otra posibilidad, la de ofrecernos varias tomas de la misma escena desde distintos ángulos. Ya sea una escena cotidiana o un dialogo entre dos personajes (en el que se nos ofrece plano y contra plano al mismo tiempo, pero eso si, girados inteligentemente 90 grados, lo cual posiciona emocionalmente al espectador ante la conversación). Este recurso nos da así una realidad poliédrica en lo que pretende ser un esfuerzo de objetividad al no intentar manipular la acción desde un encuadre determinado y nos pretende dar una visión múltiple de la situación.
Por lo demás, nos encontramos antes una película completamente austera. Pocos diálogos, una realización seca con planos fijos sin florituras y unos sucesos que pretenden ser cotidianos hasta que el desencadenante dramático se produce.


En ese sentido, se podría decir que la película nos estalla en la cara ya que te adormece para después golpearte. Pero eso si, siempre desde el naturalismo, apoyado en unas actuaciones muy medidas y contenidas y unos diálogos muy frescos y naturales. Como el propio titulo de la película indica, se trata de una reflexión sobre la soledad de dos mujeres en dos situaciones completamente distintas pero que se sienten igual. Lo que es más paradójico es que ambas se encuentran rodeadas de gente siempre y, sin embargo, algunos planos son demoledores cuando las vemos sentadas en la cama o en un banco del parque. La incomunicación de las grandes ciudades, el egoismo innato del ser humano... todo eso está en cada uno de los hermosos planos de esta película.
La Soledad es una película valiente y arriesgada y Rosales se postula como un director a tener en cuenta en los próximos años por su talento y por su voluntad de riesgo y experimentación. Celebremos que la industria española haya decidido acogerle en su seno (aunque dudo que esa acogida vaya a durar mucho tiempo). Este es el tipo de cineastas que necesita el cine español. ¡Por fín!

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La Soledad (2.007)
Dirección: Jaime Rosales
Guión: Enric Rufas y Jaime Rosales
Fotografía: Oscar Durán
Montaje: Nino Martinez Sosa
Interpretes: Sonia Almarcha, Petra Martínez, Miriam Correa, Nuría Mencía

sábado, 10 de octubre de 2009

El Luchador

Y a la cuarta película, Darren Aronofsky, resucitó. Ya había dado cuenta en este blog de la anterior película de Aronofsky (La fuente de la Vida), de todas sus virtudes (el lirismo, las aspiraciones de trascendencia, su potencia visual) y todas sus debilidades (la grandilocuencia y la estética en ciertos momentos vacía). Tras tres películas en las que tuvo una acogida crítica de más a menos parecía que Aronofsky estaba en un callejón sin salida. Sus películas se habían convertido cada vez en más complicadas, con estructuras narrativas enrevesadas y con un aspecto visual cada vez más barroco y abigarrado, más excesivo e injustificado. Toda esa evolución culminó con La Fuente de la Vida, hermoso canto a la vida que encierra la frialdad y vacuidad de un tempano de hielo.
La pregunta era obvia. Y después de eso ¿Qué? Era obvio el agotamiento de la formula, que ya ni funcionaba con la crítica más canónica ni con la taquilla. Y sabiamente Aronofsky decidió optar por la mejor opción: reinventarse.
Y a eso es a lo que asistimos en El Luchador, a una reinvención en toda regla. Del Aronofsky de sus anteriores trabajos solo nos queda su facilidad pasmosa por crear momentos líricos de gran belleza.


Y es que El Luchador es la antítesis de sus anteriores películas. Es una película sencilla, con una estética de realismo sucio (que no impide unas imágenes muy estilizadas) y una fotografía quemada que resalta la "fealdad" de los lugares en los que se desarrolla la película.
En esta ocasión y sin que sirva de precedente, la puesta en escena de Aronofsky esta al servicio de la historia y no al revés. Aronofsky decide descender a la altura de los ojos de sus personajes y mirarles de frente. Y además, si el estilo es sencillo es porque la historia lo es. Se trata la historia de un perdedor, de alguien que conoció el éxito y que ahora solo vive en el pasado. Sobre todo porque renunció a todo lo demás por la fama y ahora simplemente, no le queda nada.
Ante nuestros ojos vemos pasar la mediocre y anodina vida de Randy "The Ram" preso de lo que fue, de lo que pudo ser y de lo que ya no es.
Frente a él se presentará la posibilidad de un futuro redentor. La posibilidad de, al final y de una vez por todas, hacer las cosas bien y pasar página. Pero afortunadamente, la historia y el guión se ciñen a la realidad, a la cruda realidad, sin concesiones, sin respiro. Y en esa realidad no hay opción a la redención. Ya es tarde, Randy es un personaje consumido por si mismo. No hay opción para la salvación. Ya no. Es de agradecer ese tono ya que en una historia tan potente como esta hubiera sido muy fácil caer en el melodrama barato (la película bordea de una manera muy elegante ese punto, siendo dramática pero no buscando la lágrima fácil) y en un falso final feliz que nos hiciera a todos irnos a casa con la conciencia tranquila. Pero nada de eso, la película es concisa y cortante. Randy es un muñeco roto y para él ya no hay salida. Solo vive por y para su personaje y ya solo puede hacer lo que la gente espera de él.



Mención a parte merece Mickey Rourke. Uno no tiene claro que fue antes si él o la película. Esta claro que este guión esta escrito para él. Como le ocurre a Randy en la película, Mickey ha encontrado su opción a la redención. Y a esa oportunidad Rourke responde a tumba abierta. En la pelicula se confunden el actor, el mito y el personaje. Se confunden y son uno solo. Pocas veces hemos visto a un actor mostrarse tan vulnerable, tan herido, con las entrañas tan a la vista. Con un ejercicio de minimalismo (probablemente forzado por el botox que magulla toda su cara) que le enaltece y que no impide ofrecer algunos momentos de una pureza dramática absoluta. La lagrima que corre por las mejillas de Randy mientras habla con su hija en un momento de la película es el paradigma de la delicadeza y el compromiso que ha ofrecido Mickey Rourke a esta película que por otra parte es su película, su último combate, su última oportunidad de gritar al mundo que sigue vivo. Y a fe que lo consigue desde el primer minuto hasta el último en una maravillosa escena final en la que le vemos, literalmente, desaparecer volando de la pantalla.

En definitiva, una película muy hermosa, sin concesiones y con un actor en estado de gracia que decide abrirse en canal ante la pantalla. Larga vida al nuevo Aronofsky

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The Wrestler (2.008)
Dirección: Darren Aronofski
Guión: Robert Siegel
Fotografía: Maryse Alberti
Montaje: Andrew Weisblum
Interpretes: Mickey Rourke, Marisa Tomei, Evan Rachel Wood, Mark Margolis